Los médicos que aceptan comidas gratis del sector farmacéutico son más propensos a recetar determinada marca de medicamentos prefiriéndolos a los genéricos para pacientes del programa Medicare, de acuerdo con un estudio publicado el lunes. El artículo en JAMA Internal Medicine documenta a un grupo de al menos 280.000 médicos que recibieron comidas patrocinadas por la industria con un costo típico de menos de US$20 en 2013. La publicación descubrió que los médicos prescriben con mayor frecuencia las cuatro marcas más comunes de medicamentos que están disponibles en el programa de Medicare Part D. En el caso de Bystolic, un betabloqueante usado para el tratamiento de la hipertensión, los médicos que recibieron por lo menos cuatro comidas eligieron esta marca 5,4 veces más que la genérica. «Lo más sorprendente para mí fue que estos pequeños pagos estuvieran asociados con diferencias tan grandes en las recetas médicas», dijo Colette Dejong, una de los autores del estudio e investigadora en el Center for Healthcare Value de la Universidad de California en San Francisco. «Anteriormente se pensaba que se necesitaba una cierta cantidad de dinero para influenciar a un médico y las reglas actuales se escriben sobre esa base». Los fabricantes de medicamentos y los médicos han mantenido por mucho tiempo una estrecha relación que actualmente se ha vuelto más documentada. El año pasado, datos del gobierno mostraron que los médicos y los hospitales de enseñanza en Estados Unidos recibieron US$6,49 millones de fabricantes de medicamentos y equipo médico en 2014. Mientras que el sector ha dicho que los costos en comidas han permitido mejorar la comunicación con los médicos, los críticos aseguran que los médicos se han expuesto a una excesiva influencia. Más comidas, más recetas Los medicamentos de marca fueron recetados con mayor frecuencia aun cuando los médicos recibían una sola comida, y la frecuencia con la que los recetaban se incrementó al mismo ritmo que se aumentaban las comidas y sus costos, de acuerdo al análisis. Además del Bystolic, los autores analizaron a Crestor, una estatina que reduce el colesterol; Benicar, para el tratamiento de hipertensión, y Pristiq, para tratar la depresión. Los médicos que recibieron más de cuatro comidas pagadas por el sector farmacéutico recetaron Crestor 1,8 veces más que el promedio de quienes no las recibieron. La proporción fue de 4,5 veces para Benicar y 3,4 veces para Pristiq. Los Investigadores y Productores Farmacéuticos de Estados Unidos (PhRMA por sus siglas en inglés), la asociación del sector, dijo que los patrones de prescripción están basados en las necesidades individuales de los pacientes. Los lineamientos éticos de la American Medical Association definen que los médicos no pueden aceptar ningún tipo de regalo con un costo por encima del mínimo o con reciprocidad implícita o esperada. La principal asociación para los fabricantes también define límites de cómo las compañías deben comprar comidas para los médicos. Arthur Caplan, quien lidera el programa ético del Global Institute for Public Health en la Universidad de Nueva York, dijo que aun aquellos regalos de un valor limitado como las comidas pueden influir de modo sutil en el comportamiento de quien los recibe. El grupo de médicos analizado en el estudio recibió 63.524 comidas patrocinadas por la industria farmacéutica en los últimos cinco meses de 2013. La investigación vinculó dos grupos de datos nacionales y los resultados son transversales y reflejan una
Aunque con esta decisión la multinacional suiza sigue quedando como único productor, el ministerio evitó el largo trámite que le esperaba al medicamento si se optaba por buscar una licencia obligatoria. En ese caso, la decisión quedaría en manos de la Superindustria que, como lo mostró El Espectador, parecía no estar de acuerdo con la inciativa.
Detrás de ese proceso hay un lío jurídico que empezó en 2003, cuando la Superindustria le negó la patente a Novartis. El laboratorio demandó la decisión y, finalmente, el Consejo de Estado falló a su favor en 2012. Dos años más tarde, la Fundación Ifarma, Misión Salud y el Centro de informicón de medicamentos de la U. Nacional, solicitaron ante el Minsalud la declaratoria de interés público.
“Si bien es cierto que el Glivec® (nombre con el que Novartis comercializa el imatinib) está incluido en el POS, este despacho considera que existen razones suficientes para declarar el interés público”, se lee en la resolución. “A pesar de que fue objeto de control directo de precio, la diferencia entre su precio y el de los competidores en Colombia, es de 198 %”.
Como lo asegura el documento, el tratamiento anual de un paciente con ese fármaco tiene un costo de $47’540.160. Si se usara alguna de las opciones ofrecidas por otros laboratorios, el precio sería de alrededor de $9 millones. Es decir, la diferencia es de unos $38 millones al año.
“Lo anterior ilustra cómo la metodología actualmente establecida en Colombia para controlar los precios, no garantiza precios eficientes para la adecuada sostenibilidad del sistema de salud”, dice un aparte del texto.
Las entidades que estén en desacuerdo con la decisión tendrán diez días para entablar un recurso de reposición.