Columnista: Oscar Müller Creel

La Ministra mexicana, el fraude y el robo

El niño de 10 años se encontraba en su cuarto y en su rostro se notaba una expresión de enojo, no consideraba justo el castigo que le había impuesto su padre. Desde varios días antes había brotado la curiosidad del porqué de esa pequeña caja que llamaban radio, salían voces y música. Aquel día su madre estaba ocupada y su padre fuera en el trabajo, la misteriosa caja estaba en la cocina y decidió encontrar explicación a la duda que le inquietaba y con un cuchillo de mesa empezó a tratar de abrir la tapa posterior de la caja, cuando lo logró se encontró con una serie de tubos que despedían un poco de luz, más pequeños que los focos de la casa y con menor intensidad. Cuando se disponía a introducir el cuchillo de metal entre los tubos su madre lo sorprendió y de un manotazo le hizo tirar lo que tenía en la mano; la caja cayó y al soltarse el cable que le unía a la pared dejaron de oírse las voces y la música.

El niño se convirtió en hombre y su inquietud por conocer el porqué de las cosas le llevó a estudiar hasta convertirse en maestro universitario y obtener el máximo grado en la educación, el de Doctor en ciencias. Su vida la dedicó a investigar y sus aportaciones contribuyeron a lograr una mejor sociedad. Él conoció la importancia que tiene la investigación para el desarrollo de la humanidad y del planeta, una actividad cuyo objetivo es descubrir los problemas y encontrarles solución, a través, en muchas ocasiones del conocimiento del ¿por qué? de las cosas.

Las universidades no tienen como único fin el crear profesionistas: médicos, ingenieros, abogados, etcétera; su función va más allá de la sola transmisión del saber. El conocimiento debe evolucionar y transformarse y esa es otra de las funciones que tienen las Universidades y los centros de educación, además de muchas otras instituciones y organismos que se dedican a la investigación; pero la universidad tiene una función elemental en este ámbito: crear investigadores.

Creo que en el sistema educativo en México no hemos logrado crear una cultura de honestidad académica. Desde la primaria los alumnos realizan actividades que son contrarias a la buena conducción del estudiante y en muchas ocasiones, tristemente, soportado por los maestros y por la propia institución. Así conductas como copiar en los exámenes ya sea del resultado de un compañero o con diversos trucos que van desde los acordeones o notas escritas en el mismo cuerpo o hacer como propio un trabajo que ha elaborado otro estudiante, son antivalores cuya práctica es común en la educación en México.

A medida que se va subiendo en la escala educativa los antivalores implican mayor gravedad en el deterioro de un sistema escolar y, cuando se llega a la universidad, este tipo de conductas implican un mayor daño pues cuando no son sancionadas, los alumnos aprenden que la repetición de las conductas deshonestas les reditúa y se va formando un proceso de imitación que mina la integridad completa de la institución.

En el ámbito de las universidades, la deshonestidad se presenta entre otras formas, a través de lo que se conoce como “Plagio Académico”, que García Pérez lo ha definido como; “... una apropiación de las ideas y palabras expresadas por otras personas en diferentes documentos o fuentes, sin indicar adecuadamente su procedencia, con el propósito normalmente de obtener alguna ventaja dentro de las instituciones educativas”

En estos casos la deshonestidad tiene una fuerte trascendencia, pues se trata ya de trabajos de investigación, que tienen como finalidad evolucionar el conocimiento, así que quien copia el trabajo de otro en una tesis de investigación, lleva su deshonestidad hacia la institución que confía en la integridad del alumno, hacia los demás alumnos, pues se están obteniendo ventajas que los otros no tienen y hacia la misma sociedad que espera que de las universidades broten profesionistas capaces y honestos.

Cuando esta deshonestidad se refleja en una tesis doctoral cuya finalidad es presentar una investigación para la solución de un problema y obtener el nivel de científico, la deshonestidad académica llega a su máxima expresión, tanto en el daño que causa, como en el nivel de inmoralidad de la conducta de quien comete el plagio.

Presentar las ideas de otros como si fuesen propias implica una consciente intención de engañar para obtener un grado académico y la apropiación de lo ajeno.

El engaño para obtener un beneficio solo tiene un nombre: FRAUDE y la apropiación de lo ajeno se llama ROBO y la persona que así actúa está impregnada de un alto grado de deshonestidad.

¿Confiaría usted su libertad, patrimonio, honor o familia en un juzgador deshonesto?

¡A que degradación ha llegado México por los caprichos de su Presidente, al pretender imponer en puestos de poder a sus deshonestos incondicionales!

Escrito el 2023-03-24 14:41:09
Oscar Müller Creel

Oscar Müller Creel