ARTICULO: Atreverse a pensar distinto

Se entiende por creatividad a esa capacidad que tenemos los seres humanos para desarrollar ideas o conceptos nuevos, o nuevas asociaciones entre ideas y conceptos conocidos que conduzcan a una nueva idea, con el fin de producir soluciones originales a problemas determinados. Cuando hablamos de ideas originales, nos estamos refiriendo a ideas novedosas, nuevas formas de enfrentar los problemas. Y para poder ofrecer nuevas perspectivas a los métodos conocidos, resulta sumamente útil que desarrollemos un pensamiento original, pensar distinto.

Resulta sumamente útil, en efecto, pero no es un asunto fácil, porque los seres humanos hemos heredado una estructura de pensamiento lineal que nos lleva a tratar de resolver los problemas de manera tradicional, siguiendo un mismo método. Y, hasta cierto punto, tiene sentido. La humanidad se ha cimentado a partir de reforzar lo que ha funcionado.

Es por eso que, en tanto la actividad humana se hace cada vez más compleja y la competencia se hace cada vez más dura, el ser humanos ha requerido desarrollar nuevas formas de atacar esos nuevos retos que se le presentan.

De allí que muchos estudiosos de la productividad se han dedicado a estudiar la posibilidad de resolver los problemas desde ópticas distintas a las tradicionales. Eso ha producido teorías como las del “pensamiento lateral”, término introducido por el Dr. Edward de Bono, un psicólogo egresado de la universidad de Oxford, que se ha dedicado a estudiar el tema del pensamiento, a través de libros como "El uso del pensamiento lateral" (1967), y "Pensamiento lateral" (1970), el cual luego desarrollaría a fondo en “Seis sombreros para pensar” (1985). En estos títulos, el autor ha creado diversas herramientas para mejorar las habilidades y actitudes de exploración del pensamiento, a fin de ofrecer nuevas perspectivas a los problemas que debe enfrentar.

Estos estudios han buscado vencer una actitud muy arraigada en el mundo de los negocios, la cual es que, así como a nosotros como individuos nos cuesta mucho pensar distinto y cambiar los paradigmas que nos han acompañado (funcionen o no) a lo largo de nuestras vidas, a las empresas, que después de todo la conducen personas, les ocurre exactamente lo mismo. Suelen asociar cambiar con arriesgarse a perder, en lugar de asociarlo con arriesgarse a ganar.

Y se entiende: los cambios, por pequeños que sean, producen incertidumbres. Es por eso que nos cuesta cambiar de médico de cabecera, o de peluquero, y hasta nos ponemos en guardia cuando nos enteramos de que nuestro restaurante favorito cambió al cocinero o el mesonero que siempre nos atiende se fue a otro local. Eso explica también por qué nos cuesta tanto animarnos a probar comida exótica o sintonizar una transmisión distinta para ver nuestros juegos deportivos favoritos. E, incluso, comprar a otros proveedores que no sean los usuales. Es algo que practicamos desde niños. De seguro cualquiera podrá recordar que tenía su rincón favorito del patio donde se reunía con su grupo de amigos en el colegio.

Es lo que llaman la zona de confort. Lo conocido nos proporciona una sensación de seguridad en la que nos movemos con libertad y con mínimo riesgo. Por zona de confort se entiende al conjunto de conductas que, por conocidas, nos hacen sentir cómodos. Y la sensación de seguridad que nos produce lo conocido es tan fuerte, que incluso cuando deja de funcionarnos o deja de producir satisfacción, y hasta ganancias, tardamos mucho en tomar una decisión de cambio, debido a la enorme ansiedad que nos produce sumergirnos en territorios desconocidos. No en vano fuimos educados bajo premisas como aquellos refranes que aseguran que “más vale pájaro en mano que cien volando”, o “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

Un importante primer paso ya sería atreverse a pensar distinto.

Acerca del Autor
Con unos 40 años de experiencia en el ámbito de las comunicaciones especializadas, ampliamente relacionado a los sectores de la Salud, Seguros, seguridad y pensiones en R.D.

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