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Desarrollan un parche inyectable para reparar el tejido de órganos dañados
Escrito el 18 ago 2017
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Científicos en Canadá han desarrollado parches sintéticos inyectables capaces de reparar, a través de técnicas no invasivas, el tejido de órganos dañados, según revela un estudio publicado por la revista “Nature”.
La investigación, desarrollada por un equipo de ingenieros biomédicos de la Universidad de Toronto, abre la puerta a la curación de órganos con una especie de “tirita” algo más pequeña que un sello de correos.
El tratamiento de, por ejemplo, un corazón dañado por un infarto de miocardio con células regenerativas o tejidos normalmente requiere una intervención quirúrgica invasiva, recuerda Milica Radisic, la experta al frente de este proyecto.
Para evitar este tipo de operaciones a corazón abierto, su equipo de investigadores ha desarrollado una técnica que les permite inyectar con un pequeña jeringuilla el “parche reparador”, diminutas y finas láminas tridimensionales fabricadas con polímeros biocompatibles y biodegradables que replican con exactitud el tejido humano.
“El efecto de forma-memoria está basado en propiedades físicas, no químicas”, señala Radisic, quien destaca que esta característica favorece “el proceso de acoplamiento” del parche, pues no necesita “inyecciones adicionales” y no se ve afectado por la “condiciones del organismo”.
Es el caso de uno de sus dispositivos, bautizado como “AngioChip”, una pequeña “tirita” de tejido coronario que presenta sus propios vasos sanguíneos y células capaces de mantener un ritmo cardiaco constante.
De momento, los expertos están experimentando con estos tejidos artificiales para encontrar medicamentos compatibles y detectar efectos secundarios, pero el objetivo a largo plazo es inyectarlos en cuerpos humanos para reparar daños en órganos.
Según Radisic, no siempre es posible operar “a corazón abierto” a un paciente que ha sufrido, por ejemplo, un infarto ya que, debido a su debilidad, estas intervenciones presentan a menudo “más riesgos que beneficios”.
El “AngioChip”, fruto de tres años de trabajo, se ajusta a las propiedades mecánicas del tejido del órgano que se quiere curar, en este caso un corazón, y guarda en su memoria la forma a la que tiene que adaptarse.
Cuando el parche sale de la aguja, explica la experta, se despliega como una “tirita” o como una venda pequeña para acoplarse al órgano en cuestión.
“El efecto de forma-memoria está basado en propiedades físicas, no químicas”, señala Radisic, quien destaca que esta característica favorece “el proceso de acoplamiento” del parche, pues no necesita “inyecciones adicionales” y no se ve afectado por la “condiciones del organismo”.
Antes, los expertos crean una especie de cultivo para que el parche se integre con células cardiacas reales, y después de varios días de crecimiento lo inyectan en ratas y cerdos de laboratorio.
El dispositivo no solo es capaz de acoplarse y adoptar casi el mismo tamaño que el de un parche implantado a través de técnicas más invasivas, sino que, además, las células cardiacas sobreviven al procedimiento.
“Fue emocionante comprobar que el tejido cardiaco desarrollado en el laboratorio funcionaba y no se veía afectado por el proceso de inyección. Las células del corazón son extremadamente sensibles, y si podemos hacerlo con ellas es posible que podamos hacerlo con otros tejidos también”, aporta Miles Montgomery, miembro del equipo de la Universidad de Toronto.
Asimismo, los investigadores constataron en sus experimentos con ratas que la inyección del “AngioChip” puede mejorar la función del órgano después de un ataque al corazón y observaron que los ventrículos dañados bombeaban más sangre que antes de recibir el parche.
Aunque Radisic reconoce que este tratamiento no reparará completamente el corazón dañado, confía en que, si logran implantarlo en humanos, “mejorará significativamente la calidad de vida”.
La investigación, desarrollada por un equipo de ingenieros biomédicos de la Universidad de Toronto, abre la puerta a la curación de órganos con una especie de “tirita” algo más pequeña que un sello de correos.
El tratamiento de, por ejemplo, un corazón dañado por un infarto de miocardio con células regenerativas o tejidos normalmente requiere una intervención quirúrgica invasiva, recuerda Milica Radisic, la experta al frente de este proyecto.
Para evitar este tipo de operaciones a corazón abierto, su equipo de investigadores ha desarrollado una técnica que les permite inyectar con un pequeña jeringuilla el “parche reparador”, diminutas y finas láminas tridimensionales fabricadas con polímeros biocompatibles y biodegradables que replican con exactitud el tejido humano.
“El efecto de forma-memoria está basado en propiedades físicas, no químicas”, señala Radisic, quien destaca que esta característica favorece “el proceso de acoplamiento” del parche, pues no necesita “inyecciones adicionales” y no se ve afectado por la “condiciones del organismo”.
Es el caso de uno de sus dispositivos, bautizado como “AngioChip”, una pequeña “tirita” de tejido coronario que presenta sus propios vasos sanguíneos y células capaces de mantener un ritmo cardiaco constante.
De momento, los expertos están experimentando con estos tejidos artificiales para encontrar medicamentos compatibles y detectar efectos secundarios, pero el objetivo a largo plazo es inyectarlos en cuerpos humanos para reparar daños en órganos.
Según Radisic, no siempre es posible operar “a corazón abierto” a un paciente que ha sufrido, por ejemplo, un infarto ya que, debido a su debilidad, estas intervenciones presentan a menudo “más riesgos que beneficios”.
El “AngioChip”, fruto de tres años de trabajo, se ajusta a las propiedades mecánicas del tejido del órgano que se quiere curar, en este caso un corazón, y guarda en su memoria la forma a la que tiene que adaptarse.
Cuando el parche sale de la aguja, explica la experta, se despliega como una “tirita” o como una venda pequeña para acoplarse al órgano en cuestión.
“El efecto de forma-memoria está basado en propiedades físicas, no químicas”, señala Radisic, quien destaca que esta característica favorece “el proceso de acoplamiento” del parche, pues no necesita “inyecciones adicionales” y no se ve afectado por la “condiciones del organismo”.
Antes, los expertos crean una especie de cultivo para que el parche se integre con células cardiacas reales, y después de varios días de crecimiento lo inyectan en ratas y cerdos de laboratorio.
El dispositivo no solo es capaz de acoplarse y adoptar casi el mismo tamaño que el de un parche implantado a través de técnicas más invasivas, sino que, además, las células cardiacas sobreviven al procedimiento.
“Fue emocionante comprobar que el tejido cardiaco desarrollado en el laboratorio funcionaba y no se veía afectado por el proceso de inyección. Las células del corazón son extremadamente sensibles, y si podemos hacerlo con ellas es posible que podamos hacerlo con otros tejidos también”, aporta Miles Montgomery, miembro del equipo de la Universidad de Toronto.
Asimismo, los investigadores constataron en sus experimentos con ratas que la inyección del “AngioChip” puede mejorar la función del órgano después de un ataque al corazón y observaron que los ventrículos dañados bombeaban más sangre que antes de recibir el parche.
Aunque Radisic reconoce que este tratamiento no reparará completamente el corazón dañado, confía en que, si logran implantarlo en humanos, “mejorará significativamente la calidad de vida”.