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América Latina: ¿cómo hacerla indestructible frente a los desastres?
Escrito el 24 nov 2016
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César, Matthew, Stan, Mitch y Félix. Para cualquier latinoamericano no son un grupo de nombres al azar sino la denominación de pila de algunos de los más devastadores huracanes de los últimos 25 años.
Devastadores porque estamos acostumbrados a medir su impacto en número de afectados y pérdidas económicas. Con frecuencia, luego de una inundación, huracán o terremoto, se leen titulares sobre cuánto cuesta el daño a edificios, puentes y hasta potenciales cosechas.
Pero este cálculo está a punto de tornarse mucho más crudo.
Aunque estas cifras son útiles, no detallan la manera en que los desastres afectan al bienestar de las personas. Un dólar en pérdidas no significa lo mismo para una persona rica que para una persona pobre.
Un nuevo estudio del Banco Mundial utiliza una metodología que va más allá del recuento tradicional de las pérdidas de activos (bienes personales, casas, tierras). Esta capta mejor los impactos de los desastres naturales sobre los pobres, que a menudo no tienen ningún activo que contabilizar.
Hasta ahora, el impacto de los desastres naturales estaba estimado solo en un 60% de su costo total. Con esta nueva manera de medir, se pasa de estimar unos 300.000 millones de dólares en pérdidas a 520.000 millones de dólares a nivel mundial. Según el informe, los desastres naturales empujan a 26 millones de personas anualmente a la pobreza.
El análisis toma en cuenta las diferentes capacidades de las personas pobres para hacer frente a las pérdidas, calculando cómo se modifican sus ingresos y sus consumos ante un evento climático extremo. Ellos son los que están frecuentemente más expuestos a riesgos naturales, pierden más en proporción a su riqueza y reciben menos apoyo de familiares y amigos, de los sistemas financieros y de los gobiernos.
En América Latina y el Caribe, las pérdidas provocadas por desastres equivalen al doble de estimaciones anteriores y alcanzan un promedio de 84.000 millones de dólares al año. Por ejemplo, en algunos países centroamericanos, la pobreza de las poblaciones afectadas por huracanes se incrementó hasta en un 14%.
Pero, ¿cómo es que los pobres son los más afectados? De acuerdo al estudio, estas son algunas de las razones:
Los desastres naturales mantienen o empujan a la gente a la pobreza y son una razón por la que erradicarla es tan difícil. En Panamá, las personas pobres tienen un 50% más de probabilidad de sufrir inundaciones. En todo el continente, los pobres están sobreexpuestos a sequías y las olas de calor. En 2014, más de 500,000 familias pobres de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala no tenían qué comer debido a una escasez de lluvias sin precedentes.
Cuando los pobres son víctimas de una catástrofe, su pérdida proporcional de riqueza es dos o tres veces superior a la de los no pobres debido a la naturaleza y la vulnerabilidad de sus bienes y medios de vida. Su cobertura social suele ser baja y tras verse afectados por una catástrofe, reciben menos ayuda. En Guatemala, la tormenta Stan aumentó la probabilidad de trabajo infantil más de un 7% en las zonas afectadas.
Existen efectos adversos en el ahorro y la inversión. Por ejemplo, los pequeños agricultores tienden a plantar cultivos de bajo rendimiento y bajo riesgo porque no pueden permitirse el costo de perder un año de producción en caso de mal tiempo.
Protección y sistemas de alerta
Hay soluciones esperanzadoras para blindar a la región contra los desastres naturales.
En el informe se evalúan, por primera vez, iniciativas implementadas para generar resiliencia como los sistemas de alerta temprana, el acceso a servicios bancarios personales, las pólizas de seguros y los sistemas de protección social (como las transferencias de efectivo y los programas de obras públicas), elementos que pueden ayudar a las personas a responder ante las crisis y a recuperarse.
Por ejemplo, las redes de protección social existentes tienen efectos positivos en la recuperación después de un desastre: cada dólar gastado en protección social después de un desastre representa 4 dólares en beneficios en países como Bolivia, Brasil, Colombia, Honduras y Panamá.
En México, el programa Prospera que brinda apoyo en educación, salud y alimentación a las familias más pobres, reduce la posibilidad de que los niños abandonen la escuela después de un evento climático extremo.
En Caribe, se empleó un programa innovador de seguros contra desastres para respaldar los esfuerzos de recuperación en Haití, Barbados, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas, mediante el cual se desembolsaron 29 millones de dólares para hacer frente a los efectos del huracán Matthew.
Devastadores porque estamos acostumbrados a medir su impacto en número de afectados y pérdidas económicas. Con frecuencia, luego de una inundación, huracán o terremoto, se leen titulares sobre cuánto cuesta el daño a edificios, puentes y hasta potenciales cosechas.
Pero este cálculo está a punto de tornarse mucho más crudo.
Aunque estas cifras son útiles, no detallan la manera en que los desastres afectan al bienestar de las personas. Un dólar en pérdidas no significa lo mismo para una persona rica que para una persona pobre.
Un nuevo estudio del Banco Mundial utiliza una metodología que va más allá del recuento tradicional de las pérdidas de activos (bienes personales, casas, tierras). Esta capta mejor los impactos de los desastres naturales sobre los pobres, que a menudo no tienen ningún activo que contabilizar.
Hasta ahora, el impacto de los desastres naturales estaba estimado solo en un 60% de su costo total. Con esta nueva manera de medir, se pasa de estimar unos 300.000 millones de dólares en pérdidas a 520.000 millones de dólares a nivel mundial. Según el informe, los desastres naturales empujan a 26 millones de personas anualmente a la pobreza.
El análisis toma en cuenta las diferentes capacidades de las personas pobres para hacer frente a las pérdidas, calculando cómo se modifican sus ingresos y sus consumos ante un evento climático extremo. Ellos son los que están frecuentemente más expuestos a riesgos naturales, pierden más en proporción a su riqueza y reciben menos apoyo de familiares y amigos, de los sistemas financieros y de los gobiernos.
En América Latina y el Caribe, las pérdidas provocadas por desastres equivalen al doble de estimaciones anteriores y alcanzan un promedio de 84.000 millones de dólares al año. Por ejemplo, en algunos países centroamericanos, la pobreza de las poblaciones afectadas por huracanes se incrementó hasta en un 14%.
Pero, ¿cómo es que los pobres son los más afectados? De acuerdo al estudio, estas son algunas de las razones:
Los desastres naturales mantienen o empujan a la gente a la pobreza y son una razón por la que erradicarla es tan difícil. En Panamá, las personas pobres tienen un 50% más de probabilidad de sufrir inundaciones. En todo el continente, los pobres están sobreexpuestos a sequías y las olas de calor. En 2014, más de 500,000 familias pobres de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala no tenían qué comer debido a una escasez de lluvias sin precedentes.
Cuando los pobres son víctimas de una catástrofe, su pérdida proporcional de riqueza es dos o tres veces superior a la de los no pobres debido a la naturaleza y la vulnerabilidad de sus bienes y medios de vida. Su cobertura social suele ser baja y tras verse afectados por una catástrofe, reciben menos ayuda. En Guatemala, la tormenta Stan aumentó la probabilidad de trabajo infantil más de un 7% en las zonas afectadas.
Existen efectos adversos en el ahorro y la inversión. Por ejemplo, los pequeños agricultores tienden a plantar cultivos de bajo rendimiento y bajo riesgo porque no pueden permitirse el costo de perder un año de producción en caso de mal tiempo.
Protección y sistemas de alerta
Hay soluciones esperanzadoras para blindar a la región contra los desastres naturales.
En el informe se evalúan, por primera vez, iniciativas implementadas para generar resiliencia como los sistemas de alerta temprana, el acceso a servicios bancarios personales, las pólizas de seguros y los sistemas de protección social (como las transferencias de efectivo y los programas de obras públicas), elementos que pueden ayudar a las personas a responder ante las crisis y a recuperarse.
Por ejemplo, las redes de protección social existentes tienen efectos positivos en la recuperación después de un desastre: cada dólar gastado en protección social después de un desastre representa 4 dólares en beneficios en países como Bolivia, Brasil, Colombia, Honduras y Panamá.
En México, el programa Prospera que brinda apoyo en educación, salud y alimentación a las familias más pobres, reduce la posibilidad de que los niños abandonen la escuela después de un evento climático extremo.
En Caribe, se empleó un programa innovador de seguros contra desastres para respaldar los esfuerzos de recuperación en Haití, Barbados, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas, mediante el cual se desembolsaron 29 millones de dólares para hacer frente a los efectos del huracán Matthew.