Columnista: Oscar Müller Creel

México ¡las leyes nos valen!

Pensemos en un grupo de individuos de la edad de piedra, que viven en una oquedad en un acantilado; es un lugar estratégico, se encuentra orientado hacia el sur, por lo que en invierno el sol entra directamente y les proporcionan calor y, debido a que la única forma de llegar es a través de un sendero, se encuentran más protegidos. Pero tiene también una serie de inconvenientes pues en el fondo corre un riachuelo y para llegar a los terrenos de caza y recolección, tienen que cruzar esa corriente de agua, lo que en invierno conlleva una gran incomodidad y enfermedades.

Uno de ellos tiene la ocurrencia de arrojar una roca en la corriente y luego otra y otra y otra, hasta que forma un puente de piedra que le permite cruzar sin mojarse y los demás al ver ese efecto, empiezan a imitarlo, de tal forma que se vuelve una costumbre el utilizar ese camino.

Surge otro inconveniente, pues cuando se encuentran dos individuos en los lados del puente, no se pueden poner de acuerdo sobre cual de ellos cruzará primero, dado que no pueden hacerlo al mismo tiempo. En poco tiempo se percatan que lo conveniente es que cruce primero el que viene de los campos de recolección y caza, pues lleva consigo cosas que son de utilidad a la comunidad y así, cuando se presenta la situación de los sujetos que quieren cruzar en el mismo momento, el que va saliendo da preferencia al que va entrando.

Es a través de esa práctica que los sujetos de aquella comunidad van considerando necesario que todos conduzcan su conducta de la forma esperada, cruzar el riachuelo por el puente de piedra y ceder el paso al que viene con carga hacia el acantilado y, cuando esa regla se rompe por alguno, los demás le critican o se lo reprochan abiertamente.

Lo anterior obedece a que esa práctica social se considera de importancia para la comunidad pues se evitan enfermedades y se tiene un mejor acceso a la comida y otros satisfactores.

Si mi estimado lector piensa en una abeja o una hormiga sola y lejos de sus congéneres, seguro comprenderá que ese insecto tiene pocas o nulas posibilidades de sobrevivir, pues necesita no solo el estar en relación con su enjambre sino con lo que llegan a construir en conjunto, el panal o el hormiguero.

Algo similar sucede con el ser humano, es gregario pues necesita estar en comunidad para poder sobrevivir. Un hombre solo en la naturaleza y sin nada más que su cuerpo y mente, difícilmente saldrá adelante.

Pensemos en el náufrago que queda solo en una isla, como el caso de la película de ese nombre, interpretada por Tom Hanks o el caso de Robinson Crusoe, ambos personajes sobrevivieron solos en la naturaleza porque tuvieron acceso a herramienta fabricadas por la sociedad y rescatadas del accidente.

Los humanos presentamos una contradicción implícita, pues al mismo tiempo que debemos convivir con los demás, tenemos nuestra propia individualidad que está en un continuo choque que se presenta en el diario roce con los otros; desde que lado de la acera usar o por donde cruzar una calle, hasta el respeto a la integridad, vida y propiedad de nuestros vecinos.

Es de ahí que brota la importancia de las reglas de convivencia que, cuando adquieren un rango de alta importancia para lograr la cohesión social, son elevadas a rango de derecho y su observancia deja de ser una decisión individual, pues es necesario que esa conducta prescrita en una norma, sea ley, reglamento o contrato, se cumpla obligatoriamente, pues está planteando una conducta u omisión que son de importancia para la convivencia y así el derecho constituye un conjunto de normas que nos permiten estar en sociedad y por consecuencia sobrevivir como especie.

Es por eso que esta semana, vi con tristeza que el Proyecto de Justicia Mundial, WJP por sus siglas en inglés, organización no gubernamental que busca extender el cumplimiento de la ley en el mundo ha bajado la calificación de México y considera que nuestro país se encuentra en el lugar 113 de 139 países analizados y en el 27 de 32 de América Latina y el Caribe.

Malas calificaciones para México que nos hacen ver como un país en el que las reglas de convivencia y el Derecho no nos importan lo que implica que somos vistos como un país incivilizado.

Crédito de la imagen: México es cultura

Escrito el 2021-10-17 17:53:29
Oscar Müller Creel

Oscar Müller Creel