Por: Felipe Szarruk
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Comunicador Social colombiano, músico, Magister en Estudios
Artísticos Universidad Distrital Fco José de Caldas.
Hace poco visité nuevamente New York, amo esa ciudad, desde la primera vez que estuve ahí me impactó, tiene tantos lugares icónicos que solo salir a caminar es una experiencia diferente, y si agregamos los museos, los conciertos y la multiculturalidad no existen muchos lugares del planeta con los que se pueda comparar.
Pero esta última visita no fue lo mismo, encontré una ciudad marchita, desesperada, llena de rencor, de odio, el racismo mucho más evidente, asesinatos, balaceras incluso en Times Square, los museos apagados, era como si por encima de la ciudad se hubiera posado un manto oscuro y la hubiera sofocado.
Y de hecho fue así, la pandemia acabó con muchas cosas como las conocíamos y New York sin su industria creativa y del espectáculo se convierte entonces en una selva de cemento llena de violencia.
Sin embargo, antes de dejar la ciudad me di cuenta que la ciudad estaba tratando de volver a respirar, al parecer el esquema de vacunación en el estado ha funcionado y las restricciones han ido cediendo poco a poco, volvían los bares, los restaurantes, la mascarilla podía no ser usada por personas vacunadas al aire libre, los juegos e incluso se inauguró una nueva atracción: Little Island. Los neoyorkinos querían que el verano marcara una diferencia, un antes y un después de los que fue la pandemia, pero hoy con la variante Delta se vuelven a encender las alarmas.
Pero no todo debe ser maquillaje, aun falta trabajar en esas diferencias sociales tan marcadas en una ciudad en donde vive una sociedad demasiado heterogénea como para conseguir una igualdad que tenga a todo el mundo contento. Los indigentes han aumentado, la salud mental está realmente afectada, se han visto historias de película como el caso de un hombre que disparaba encima de unos niños, la ciudad claramente está afectada y esto por más teatros y conciertos que se abran no va a sanar las heridas que se abrieron.
Es importante comenzar a cambiar la forma de llevar mensajes a las personas, no solo en New York sino en el mundo entero, la consigna de hoy parece “sálvese quien pueda”, el mundo demostró que no está preparado para ninguna emergencia, creíamos que teníamos todo bajo control y no era así.
Me fui triste, porque además vi mucha necesidad en la comunidad latina, vi que muchos viven solo por el dinero y conocí personas que llevan quince o más años en la ciudad y aun no entran a un museo porque gastan todo su día trabajando sin pensar en otra cosa, esa es la excusa del latino. Visité el Zoo del Bronx y los animales están en muy malas condiciones y en general vi un desespero por salvar el flujo de dinero, pero no por salvar nada más.
Espero regresar un día a esa ciudad que tanto me impactaba, en donde todo el mundo “puede lograrlo”, llena de lugares y momentos maravillosos, ese escape que me daba de mi Bogotá natal que está convertida en una alcantarilla. Por ahora seguiré trayendo a mí memoria los mejores momentos mientras la gran manzana florece de nuevo, seguro que será así.