Por primera vez, un equipo de científicos ha encontrado una relación entre las bacterias del intestino y el Parkinson. Su estudio en ratones señala al microbioma como una clave para el deterioro motor típico de este trastorno neurodegenerativo.
Por lo general, los enfermos de Parkinson suelen tener problemas digestivos años antes de sufrir los primeros síntomas de su enfermedad.
Los expertos en este tema, especulaban que esta enfermedad podría comenzar en la tripa y más tarde que se desencadenara en el cerebro, pero nadie había conseguido una prueba hasta hoy cuando un equipo de investigadores estadounidenses ha dado a conocer en la revista Cell los resultados de su trabajo.
Los especialistas han podido comprobar, en ratones genéticamente predispuestos a la enfermedad de Parkinson, que los microbios intestinales pueden desempeñar un papel esencial en los trastornos del movimiento típicos de esta dolencia.
En sus ensayos, el tratamiento con antibióticos redujo los déficits motores y las características moleculares de la patología, mientras que el trasplante de microbios intestinales de pacientes enfermos exacerbó sus síntomas.
«Por primera vez hemos descubierto un vínculo entre el microbioma intestinal y el párkinson», ha explicado Sarkis Mazmanian, uno de los autores del trabajo, que insiste en que las enfermedades neurodegenerativas podrían tener su origen en el intestino y no solo en el cerebro.
La enfermedad de Parkinson es causada por la acumulación en las neuronas de proteínas α-sinucleína anormales, lo que ocasiona efectos particularmente tóxicos en las células que liberan dopamina en las regiones cerebrales que controlan el movimiento.
Como resultado, los pacientes experimentan temblores, rigidez muscular, lentitud de movimiento y deterioro al caminar. Las terapias actuales se centran en aumentar los niveles de dopamina en el cerebro, pero estos tratamientos pueden causar efectos secundarios graves y a menudo pierden efectividad con el tiempo.
Sin duda, se trata de un gran paso adelante que podría conducir a nuevas estrategias de tratamiento para la segunda enfermedad neurodegenerativa más común en el país norteamericano.