Columnista: Felipe Szarruk

El Arte o la vida

En uno de los capítulos de la exitosa serie de Netflix “El método Kamisky”, un profesor de teatro se dirige a sus estudiantes en una clase en un extraño ataque de sinceridad y les confiesa que por más talento y pasión que tengan en la actuación eso no les asegura el éxito económico de ninguna manera, sin duda un bofetadón que muy pocos maestros están dispuestos a soltar a sus estudiantes.

De una manera coherente con estos tiempos, la voluntad de los alumnos no se deja quebrar y todos aseguran confiados en si mismos que no fracasarán.

Escribo esto a mis 44 años de edad después de una larga y que yo podría considerar exitosa carrera en las artes, si hablamos de logros puedo decirles que he pasado por todas las etapas, locutor de radio, periodista, cantante, compositor, actor, he tenido canciones número uno en la radio, he ganado premios internacionales y acá sin embargo sigo sentado en mi escritorio viendo la manera de alcanzar el éxito económico en uno de los países latinoamericanos en donde el arte es visto como entretenimiento y algo banal y en donde los pocos espacios para él están corruptos.

Así que quiero ser yo el que les propine hoy esa bofetada a los artistas que hay por ahí, porque a esta edad la mayoría de mis amigos están en sus puestos de trabajo de 8 a 8 esperando cada quince días un sueldo mensual para poder pagar su casa, su carro y todas las obligaciones que tienen, eso claro está no está mal, admiro de sobremanera a las personas que siguen sus deseos y sus sueños y luchan por ellos. El problema viene con quienes quieren seguir en las artes y a la vez ser parte del sistema.

En su libro El camino del artista (The Artist's Way), Julia Cameron habla precisamente de ese momento de desespero y reinicio después de una creación cuando uno se pregunta, ¿Qué hago?, ¿A dónde voy?

“La creatividad es una práctica espiritual. No es algo que pueda perfeccionarse, terminarse, apartarse. Por mi experiencia, llegamos a mesetas de logros creativos sólo para que instale en nosotros cierta excitación. Sí, tenemos éxito. Sí, lo hemos conseguido, pero… En otras palabras, justo cuando llegamos ahí, el ahí desaparece. Insatisfechos con nuestros logros, por elevados que sean, estamos obligados a enfrentarnos de nuevo con nuestro yo creativo y sus apetitos. La pregunta que habíamos apartado vuelve ahora a levantar la cabeza: ¿Y qué hacemos ahora?

Nada más cierto y más literal.

Es posible claro está, como un hobby, pero es un poco irrespetuoso exigirle a un artista de tiempo completo que se acostumbre al horario de la empresa en donde el otro “artista” trabaja y que su practica se resuma a los tiempos libres del trabajador, me sucedió en New York a donde fuiva parar con varios colegas buscando hacer música pero ellos decidieron que debían trabajar de meseros, lavaplatos, valet parking y jardineros y que la practica artística tenia que realizarse los domingos en la tarde, entonces preferí tomar un avión de regreso a casa antes que entregarme a una supervivencia y dejar atrás mis sueños.

En un reconocido teatro de Bogotá, el director le pide a sus actores que tengan todo resuelto antes de ir a actuar allá, le llama “el dilema de la cuchara”, eso debe estar resuelto, él está consciente de que el teatro no da dinero entonces solo trabaja con personas que tengan como comer y transportarse, que tengan tiempo, así aseguran el montaje de las obras y si estas producen dinero entonces es un plus para todos.

Porque como lo dijo Thomas Mann:

En donde impera el concepto de belleza, allí paga el imperativo de vida su incondicionalidad. El principio de la belleza y de la forma no procede de la esfera de la vida. Su relación con ella es, a lo sumo, de naturaleza altamente crítica y correctiva. Con orgullosa melancolía está enfrentada con la vida y, en lo profundo, está vinculada con la idea de la muerte y de la esterilidad.

Entonces hay que decidir entre el arte o la vida, ojo, arte en el sentido de las practicas artísticas serias, no de ser YouTuber o cantante en un concurso de televisión, o de comprar un track en Internet y cantar encima un reguetón, hablo de las artes complejas que requieren años, décadas de trabajo diario y constante, de la investigación, de una vida como artista, hay que decidir, el arte o la vida.

Si se elige el arte, se sabe que es un sacrificio, siempre habrá necesidades, siempre habrá poca o ninguna paga, siempre habrá un conflicto con quienes se consideren “personas normales” por tener sus trabajos de quincena, pero habrá otras cosas hermosas, momentos, oportunidades, es el sacrificio en pro de la felicidad.

El artista deja de ser entonces un ser humano con necesidades básicas, lo han tratado ya varios autores, como se refleja en esta cita publicada en el libro El Artista y la Ciudad de Eugenio Trías:

“Este es el momento de la vida... en que más que ninguno adquiere valor el vivir del hombre: cuando este contempla la belleza en sí... ¿O es que no te das cuenta de que es únicamente en ese momento cuando ve la belleza con el órgano que ésta es visible cuando le será posible engendrar, no apariencias de virtud... sino virtudes verdaderas, puesto que está en contacto con la verdad; y de que al que ha procreado y alimenta una virtud verdadera le es posible hacerse amigo de los dioses y también inmortal, si es que esto le fue posible a algún hombre?” 20
20 Banqu. 211 d.

Si se escoge la vida, entonces se tendrán que conformar con momentos de fin de semana o descanso para poder ejercer y estudiar, pero entonces no les pidan a los artistas que no hagan lo que aman o que se acomoden a lo que son sus necesidades porque están rompiendo la primera regla del arte, el arte no es egoísta y esta posición lo es.

No respeto a los artistas a medias o a los mercenarios del arte, no respeto a quien se aleja del camino por ganar unos pesos si por esto debe sacrificar su propia existencia, no respeto a los “entertainers” que se dedicas solo a divertir por dinero, no los respeto sencillamente porque me frustra que ellos puedan vivir muy bien en esta sociedad mediocre con una producción absolutamente mediocre, mientras algunas personas que dan su vida y alma por el desarrollo de las artes mueren en la miseria en este mundo de la postverdad y el facilismo, de la información falsa y rápida, del adoctrinamiento mental y la polarización.

Mi compromiso es trabajar por las artes, no por las masas, no por los sueldos y duele, duele mucho sentir que se es exitoso en todos los planos de la sociedad menos en el económico, porque al parecer este está reservado para los corruptos o los que se entreguen en silencio al sistema cual borrego al matadero, llamando a gritos el lema “produzca, obedezca y cállese”, esto es un pecado.

Y les dejo como último comentario, la siguiente frase, que exalta el estatismo paternalista tan común en nuestros países colapsados, en donde el gobierno se viste de salvador de las artes creando espacios corruptos y manipulados para hacernos creer que en algún lugar tenemos apoyo.

Cuando los gobiernos se encargan de proteger a las artes, es el fin de todo.
Jean Dubuffet (1901-1985) Pintor y escultor francés.

Escrito el 2020-02-19 20:41:49
Felipe Szarruk

Felipe Szarruk