Columnista: Felipe Szarruk

Señor Presidente Nayib Bukele, se le ordena cumpla su deber, vienen asesinando al rock desde hace décadas sin que nadie mueva un dedo

Sr. Presidente de la República de El Salvador Nayib Bukele
Señores de El Ministerio de Cultura de El Salvador
Señores Polícía Nacional Civil de El Salvador

Hago pública esta carta dirigida a ustedes y a su deber como gobierno y cuerpos de la ley de tomar cartas en el asunto, dejar la cobardía a un lado y cumplir los juramentos que hicieron a la patria.

En el año 2004 salí del país amenazado después de que mi hermano fue asesinado por la Policía Nacional Civil cuando fue perseguido por una patrulla que cientos de testigos vieron pero la PNC lo negó después, habíamos recibido llamadas amenazantes y cuando pedimos la investigación nos dijeron que lo dejáramos así, eso me llevó a demandar al país ante la CIDH ya que la fiscalía nunca quiso tomar mi caso después de que un estafador llamado Ricardo Zepeda acabara con mi nombre robándose en complicidad con el Ministerio del Interior y otras personas el dinero de las entradas para un concierto y escondiéndose en Guatemala. La inoperante justicia salvadoreña no hizo absolutamente nada ni siquiera cuando regresé al país en 2014 a tratar de volver a demandar. ¿Cuál fue mi pecado? Llamar ignorantes a un cuerpo de policía que había encerrado en la cárcel a varios reconocidos músicos salvadoreños por el único hecho de tener tatuajes y ofrecerme a dar una charla para que los agentes aprendieran a reconocer los tatuajes artísticos de los de las pandillas.

Pero este no es un hecho aislado, desde las épocas de la guerra se ha perseguido el rock en El Salvador, de manera ignorante y violenta y los sucesos en Armenia este fin de semana no son sino la copa que rebosa un vaso que viene llenándose desde hace muchos años.

El asesinato a sangre fría del vocalista de la banda Apes of God es el reflejo del fracaso de un país violento, carente de cultura y de apropiación de las expresiones de los nichos que no comparten la forma de ser de una sociedad distópica en la que no existen oportunidades para el desarrollo personal, El Salvador ha tenido como bandera ignorar la existencia de las prácticas artísticas y de adoctrinar a su sociedad con ideas retrogradas acerca de lo que es y significa ser artista, es un país árido en academia y en industria en el área.

Por eso, un suceso como este no puede ser dejado a un lado, es preocupante el silencio del gobierno y de los cuerpos de la ley ante un atentando de esta magnitud en donde un joven fue silenciado de un disparo en la cabeza en la mitad de su actuación, esto solamente muestra ante el mundo, que nuestros países siguen siendo tierra de nadie y que la única ley que impera es no la del más fuerte sino la del más sangriento, la ley del horror, la ley del silencio.
Así como hace años yo preferí salir del país debido a la impotencia de saber que no se contaba con ningún apoyo judicial para realizar una defensa y que mis opciones eran tomar un arma y hacer justicia por mano propia o irme, en este momento miles de jóvenes que se dedican al rock como forma de vida y de desarrollo deben estar pensando lo mismo en honor a la legítima defensa. No es que nosotros no podamos empuñar un arma y jugar el juego de la guerra, eso es fácil, cualquier ignorante puede halar de un gatillo, es que nosotros los artistas tenemos conciencia social, somos humanistas y nuestras balas son nuestras obras, nuestras canciones, nuestras letras que son incómodas, que son una puntilla en las almas de los corruptos, de los malos gobiernos, por eso preferimos disparar de esa manera, eso duele muchas veces más y hace más daño que una bala, pero la vida es un derecho, es sagrada y hay que defenderla.

Desde el año 2018 en que realizamos la primera entrega de Premios Subterránica al rock latinoamericano en la ciudad de New York, veníamos pensando en realizar la tercera edición en San Salvador en 2020, para retornar al lugar en donde nuestro movimiento nació y hacerle un homenaje al maravilloso movimiento de rock Salvadoreño, pero bajo estas circunstancias es imposible, no queremos llegar a ser asesinados por personas faltas de cultura, faltas de respeto por la vida y bajo la mirada de un país al que le es indiferente que la sangre de sus jóvenes corra a borbotones sin que nada pase.

Hay que dejar el descaro a un lado, Cesar Canales no era un político, no era una bandera de ningún movimiento, por eso el silencio, porque en El Salvador, como en otros países de Latinoamérica los casos solo se nombran cuando son mediáticos, esto es ser hipócrita, ignorar este suceso es demostrar lo poco que importan los nichos, las tribus urbanas, los ciudadanos de a pie.

En mi nombre, en el nombre de las artes y del rock salvadoreño y tomando la vocería de mi equipo y algunos conocidos con los que hemos discutido el tema, solicito que se haga justicia al menos por una vez en la historia de El Salvador y se capture y condene ejemplarmente a los responsables del asesinato de Cesar Canales, vocalista de la banda Apes of God, no es más que la obligación que ustedes tienen, el deber de sus cargos, ya es hora de dejar la cobardía y mostrar que el país no está arrodillado a la corrupción y al terror de las balas.

Por nuestra parte, seguiremos con el proceso en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a ver si también conseguimos justicia algún día, porque el perpetrador de los delitos contra nosotros, sigue libre disfrutando de la complicidad de un país indiferente ante este tipo de atropellos.

Duele ver estas noticias, duele el rock!!!

Escrito el 2019-08-05 02:47:54
Felipe Szarruk

Felipe Szarruk